Crisis del Patrón Dólar
o el Silencioso síntoma del Nuevo Orden Mundial
Figueroa Herrera, Mariano
6/27/2025


Entiéndase Patrón no como un sistema monetario o modelo que posee cierta regularidad, sino en su acepción que indica que es aquel dueño o empleador. En este caso, el dólar, es el dueño del comercio y economía en el globo. Aquel que impone condiciones. Ese que tiene el Imperium, el dominio y mando de los destinos de miles de millones.
El contexto de conflicto; guerra entre Rusia y Ucrania, las tensiones crecientes en el Indo-Pacífico, la militarización global y la inflación persistente en Occidente no son eventos aislados. Son síntomas de una reconfiguración profunda del sistema internacional. En este escenario, la hegemonía del dólar como moneda de reserva internacional —sustento material del liderazgo estadounidense— comienza a mostrar signos de fatiga. Lo que está en juego no es solo la arquitectura financiera global, sino la autoridad misma de Estados Unidos como potencia rectora, cada potencia/bloque económico busca salvaguardar sus intereses con mediciones de fuerza
Hoy cabe preguntarse ¿Esto cambió? ¿Estamos asistiendo al ocaso del patrón dólar y al surgimiento de un nuevo orden mundial?
El Privilegio de imprimir Hegemonía
La noción de “orden mundial” refiere a un equilibrio estable de poder, valores e instituciones que definen las reglas del juego entre las naciones. El orden actual —la Globalización— se consolidó tras la Segunda Guerra Mundial, con los Acuerdos de Bretton Woods como piedra angular.
Allí se estableció que el dólar, respaldado por oro, sería la moneda de intercambio global. Pero esa convertibilidad terminó abruptamente en 1971, cuando Richard Nixon cerró la "ventana dorada", inaugurando la era del dinero fiduciario flotante. Desde entonces, el rol del dólar se sostuvo por la confianza —y también por unas cuantas bombas atómicas y portaviones—.
Este suceso dio lugar al fenómeno que se conoce como el privilegio exorbitante: la capacidad de Estados Unidos de emitir la moneda global sin riesgo de crisis de balanza de pagos, financiando su déficit sin consecuencias inmediatas. Pero como muestra la historia; las monedas de Tebas, el oro de Roma, el imperio naval de Portugal, los ducados holandeses, la libra esterlina, ningún hegemón ha durado para siempre.
Se desmorona la PAX americana
Diversos hitos marcan los altibajos del liderazgo estadounidense. El mencionado fin del patrón oro del ‘71, el Acuerdo del Plaza en 1985 para devaluar el dólar frente a otras divisas, o la crisis subprime de 2008, son los clavos de un ataúd que nadie se anima a cerrar, porque hasta ahora siempre el Imperio surgió airoso. El declive aún no se consuma, pero que ya genera revelados contra el sistema. Hoy, el sistema financiero —y económico— global enfrenta dilemas similares a los de entonces; un dólar apreciado y crisis en la conducción política internacional.
Sin embargo, hoy hay una Europa desamparada, revelándose con un programa de rearme no visto desde la segunda Guerra mundial. Los BRICS con alternativas monetarias: acuerdos bilaterales en yuanes, bancos de desarrollo liderados por China, e incluso propuestas de desdolarización entre países del Sur Global. Un norte-centro africano en procesos de desarrollo nacional. Un medio oriente convulsionado.
Trump, con su retórica proteccionista y ruptura con el multilateralismo clásico, aceleró estas tensiones. El resultado parece ser la erosión de la excepcionalidad americana: esa idea de que EEUU es a la vez árbitro y garante del orden global. Si bien muchos antes pregonaron la caída del Imperio, hasta el momento ninguno ha acertado. Hoy, el dólar sigue siendo refugio, sí. Pero ya no es santuario.
Un tablero que se inclina
El mundo está en transición: conflicto, comercio y competencia. La política internacional se vuelve cada vez más inestable. Aumentan los presupuestos militares, proliferan bloques regionales con autonomía creciente, y se ensaya un nuevo equilibrio de poder entre Occidente y Oriente.
China avanza como epicentro de la globalización comercial. Resiste los embates arancelarios. Se preparó años para este momento. Superó a EEUU como primer socio comercial de la mayoría de los países, y su influencia se expande a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Frente a esto, el Imperio responde con barreras arancelarias, subsidios internos y una estrategia de contención que recuerda la lógica de la Guerra Fría.
Ya no se trata solo de economía: el comercio se militariza, la tecnología se geopolitiza y las divisas se transforman en armas estratégicas.
Argentina perdida en el concierto de naciones
Y mientras todo esto ocurre, ¿Dónde estamos nosotros?
Argentina parece moverse, política y económicamente, como una nota disonante en la sinfonía caótica de un mundo que no busca comprender —y que tampoco busca comprenderla—. Más que disonante, lo nuestro es cacofónico; Voces que se pisan, políticos que hablan sin decir, debates donde el volumen reemplaza a la profundidad.
En Un mundo feliz, Huxley describe a los “cacófonos” como unos aparatos, similares a unos audífonos creados por el Estado para emitir un murmullo incesante de discursos contradictorios que impiden pensar con claridad. El objetivo no era censurar —eso era cosa de dictaduras burdas—, sino llenar el espacio público de tanto ruido que el pensamiento mismo se volviera imposible.
Hoy, la política argentina parece encarnarse en ese murmullo. Declaraciones que se contradicen entre sí, planes que duran lo que un posteo en redes, ministros que improvisan sobre un país que sangra. Y mientras tanto, el dólar —ese símbolo de un orden que se resquebraja— sigue siendo nuestro tótem y verdugo. Argentina parece ir en un caótico —y quizás adrede— destiempo: mientras el mundo levanta barreras, nosotros abrimos; mientras otros subsidian industrias, nosotros las liberamos salvajemente; mientras algunos se plantean comerciar con otras monedas, nosotros nos endeudamos en dólares para importar; mientras algunos se especializan y desarrollan tecnológicamente, nosotros dejamos de producir satélites y comenzamos a importar carne.
Insertarse en el mundo no implica subordinación automática. Mientras las grandes potencias erigen barreras, reindustrializan y controlan sus flujos financieros, Argentina parece ir a contramano, no solo de lo discursivo, que siempre es aceptable un ademán político para la tribuna propia, sino que ideológicamente sesgados se avanza hacia la dependencia del dólar y la falta de una estrategia nacional de inserción internacional.
Nos condenan a la irrelevancia —o bien a la dependencia—. Y en este nuevo orden en disputa, la irrelevancia es una forma de derrota.
Opinión
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