¿De qué se ríe la hiena?
La euforia por las "reformas estructurales" ignora un cuadro recesivo con salarios por el piso. Mientras el gobierno apuesta a un dólar planchado, los bancos privados dudan y hasta los senadores de EE.UU. cuestionan el rescate de un "país imprevisible".
Oscar Rivero Vives
11/13/20252 min read


Los resultados electorales del domingo 26 de octubre han despertado en todos los medios oficialistas desmedida confianza en el futuro. Incluso los funcionarios están expectantes con lo que llaman “reformas estructurales”, en referencia a leyes que se enviaran al Congreso, como reforma laboral, tributaria y penal.
A su alrededor, ningún comunicador del oficialismo osa poner en duda el futuro próximo como prominente y cargado de oportunidades.
Sin embargo, no se está tomando en cuenta que la legitimidad política ayuda, pero no resuelve los problemas económicos, salvo que esté acompañada de un proyecto productivo y un sólido liderazgo.
Para la Argentina de hoy, polarizada, fragmentada, endeudada y con graves problemas para acumular divisas, no basta el éxito electoral para asegurar soluciones económicas y financieras, aun cuando, con mayorías circunstanciales, se aprueben leyes, que por sí no tienen relación directa con los problemas reales.
Una economía que estuvo al borde del default, asistida con pulmotor del Tesoro de EE UU, a diferencia del lapso de los noventa, con el cual muchos la comparan, tiene la masa salarial por el piso, siendo más bien el cuadro recesivo con falta de empleo, lo que la asemeja a los noventa.
En la carestía, el Swap de EE UU por 20.000 millones de dólares trajo alivio, pero no fue suficiente. En la mesa de debate sigue como tema a resolver el faltante de divisas y lo único que se escucha son propuestas en torno al tipo de cambio; dejar flotar el dólar presionará precios e incentivará exportaciones, facilitando acumular dólares de reservas, provocando alivio en los acreedores. Mantenerlo planchado, evitará disparar la inflación, pero no permitirá acumular reservas.
Hasta ahora el gobierno insiste en ese último camino, que es el mismo de la convertibilidad. Y aquí, probablemente, radique la similitud entre ambos momentos históricos.
Hasta ahora el modo “flotación entre bandas”, convence poco y su resultado fue reservas negativas en 11.000 millones de dólares, (igual que el nivel en que las dejó Alberto Fernández), deudas millonarias del Tesoro y del Banco Central, sin contar la sideral deuda privada.
Por si fuera poco, el gobierno eliminó retenciones y ahora no hay dólares por exportaciones, mientras que por el lado de las importaciones la demanda es muy alta, no menos de 5000 millones de dólares de saldo negativo.
Un alivio deseado son los veinte mil millones que bancos privados (Morgan, Bank, Goldman Sachs y Citigroup) prometieron, pero están esperando o, los avales del Tesoro de EEUU, o garantías reales, para asegurarse el retorno.
Los acreedores observan, no sin impaciencia como el plazo, de los vencimientos por 4500 millones de dólares en enero, se acorta y el FMI se preocupa por quien tendrá la prioridad de cobro. En tanto, senadores demócratas, en el Congreso norteamericano, ponen en tela de juicio rescatar, con fondos públicos, a un país imprevisible.
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