Señales de camino para la esperanza
La historia parece repetirse en un bucle infinito ¿Hay un camino posible para la esperanza?
ARGENTINA
Oscar Rivero Vives
4/14/2025


En vía de ser honestos antes de ser electo el actual presidente, ya advertimos por las vías sencillas de la comunicación a nuestro alcance, que la propuesta de gobierno era insalvablemente errónea, como cuando en el Derecho se suscribe la fórmula: “nula de nulidad absoluta”.
Sus afirmaciones de campaña fueron más bien un conjunto de “significantes” altamente eficaces que nunca toleraron una crítica racionalmente severa. Sin embargo, hay que reconocer que tuvieron eficacia discursiva y golpearon donde más dolía, alcanzando más que suficientes bases de consentimiento social, frente al descontento real, pero también al descontento simbólico promovido en parte por un amplio abanico de grandes medios y comunicadores célebres.
Llegados hasta aquí aceptemos que los hechos son la realidad histórica y ellos, en la medida que se van mostrando, indican el curso del porvenir. Desde la asunción del gobierno hasta ahora, la sociedad está viviendo en sus cuerpos los efectos de las medidas concretas y los está juzgando según la experiencia que ellos provocan; así, en parte hay quienes aceptan haberse equivocado al votarlos, otros aun dudan y esperan y muchos están convencidos de un trágico desenlace, pero a pesar de todo, estudios indican que hasta ahora hay una leve mayoría que sigue dando crédito a la esperanza, más allá de todo ocasional gobierno.
Obviamente que, aunque pocos, hay quienes están obteniendo grandes beneficios por la índole de estas políticas, y son los que aplauden, al tiempo que afirman: se está haciendo lo que “debía” hacerse.
Al respecto es interesante analizar ese “debería”, pues han elevado al carácter de verdad económica indiscutida, medidas puntuales que son evidente beneficio de unos pocos y causa de graves problemas para la mayoría.
Aun así, en el cortísimo plazo, aquellas políticas, una vez impuestas se revisten como “alivio”, ante un anticipado “mal mayor”, de no haberlas asumido. El “debería” demarca así, el porvenir y crea el curso ineludible de las cosas. Justo ahora, la famosa “liberación” del llamado “cepo”- metáfora que simboliza al cambio fijo- es divulgada como panacea de los males nacionales, cuando no es sino una nueva devaluación frente al fracaso de todas las políticas adoptadas hasta ahora, y, a la vez, una cesión a las presiones de acreedores internos y externos, empresas trasnacionales y exportadores.
Se trata de argumentos falsos “vestidos de etiqueta” (como afirmaba Jauretche) persuasivos y hasta encantadores, aunque más a la corta que a la larga, terminaran siendo corroborados en su error, por el hecho concreto de la historia.
El proceso, no obstante, transcurre y las cosas que vemos aparecen como hechos aislados, incluso verosímiles (con apariencia de verdad), y a la par un ejército de analistas los interpretan, mostrando la mejor cara de ellos, según cada cual, por la sencilla razón que toda opinión contraria es confinada al silencio. Pero cuando los hechos se ponen frente a nosotros con rostro desnudo, ahí, afirma un filósofo francés, deviene la “Verdad”. Pero la mayor de las veces, trae de su mano, aquello que queríamos evitar, lo que nunca deseábamos vivir, aunque parecería debe vivirse, para aprender del error.
¿Será que el sentido cíclico de la historia, que advirtieron los griegos, es ineludible? ¿Hay una repetición eterna de los hechos, como afirmaban los historiadores italianos Gianbatistta Vico y Maquiavelo, con las expresiones “corsi y ricorsi” y el inevitable retorno pendular?
Nuestra respuesta es negativa. Aunque tenga un cierto atractivo, el ciclismo histórico nos encierra en el error, no nos abre a la idea de superación, ni a la apertura de nuevas posibilidades. Aunque nos indique unas semejanzas más que evidentes, cada época es una nueva experiencia humana, de manera que siempre estamos invitados a cultivar “la esperanza”.
La política, aún en la peor de las situaciones, como afirmaba el Papa Francisco I, en una carta a los católicos, en plena Pandemia, no debe abandonar el camino de la esperanza.
Francisco enseña allí, tres señales principales para ese camino. Una, la “atención a las cruces”, cuyo significado consiste en estar siempre atentos, al reclamo, de tantos que interpelan para que sus legítimas esperanzas se hagan realidad. Dos: “prohibido aparcar”, porque la esperanza está siempre en movimiento y ante la degradación no limitarse a la denuncia sino crear redes de rescate. Tres: “obligación de girar” el cambio será posible formando conciencias que propongan beneficios duraderos para las nuevas generaciones.
Opinión
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