Sentido
Con la evidente falta de sentido en el rumbo de la dirigencia política, surgen nuevas preguntas que nos desafían e interpelan. En este artículo abrimos el debate sobre qué sentido tiene militar.
MILITANCIA
Lucas Molina Rojo
4/17/2025


Encontrar sentido en la vida es un anhelo de todas las personas, ya sea de manera consciente o inconsciente, somos más felices cuando lo que hacemos se corresponde con nuestra vocación. Por el contrario, cuando estamos incómodos con nuestro día a día, cuando parece inútil cada acción que realizamos, la vida, o al menos la cotidianeidad, pierde sentido y todo se torna más incierto, más amargo y cuando nos sumergimos aún más en este estado, más difícil se siente la realidad.
Para un militante político el sentido de su vida reside en su militancia, si de verdad lo lleva en la sangre, sintió un despertar en algún momento puntual que abrió un camino en su corazón. Sabemos que los militantes antes que reconocerse como profesionales, estudiantes, trabajadores, se reconocen como militantes profesionales, militantes que estudian o militantes que trabajan en tal cosa.
Es común en los tiempos que vivimos perder o no ver el sentido de la militancia, vemos que la crueldad y la deshumanización es un argumento político que aparentemente rinden frutos electoralmente. Mientras tanto las acciones y políticas que pregonan por el bien común y la dignidad de las personas han sido catalogadas como “curros” o herramientas que el populismo posee y esgrime para que los pobres sigan siendo pobres y con ello se permita su utilización electoral. La falta de sentido para un militante se manifiesta ahí, en esa impotencia de creer con pesimismo que las banderas que levanta como “Justicia social” han sido derrotadas de manera permanente o que al menos no le vemos forma de retorno a su plena vigencia en el corto plazo.
Para profundizar este análisis me gustaría destacar dos maneras de entender el sentido de un militante:
Sentido como propósito: Se refiere a la razón de ser de la militancia, de un resultado profundo y transformador, sirve como objetivo final y faro que ilumina el destino al que queremos llegar. Ej: “Tiene sentido ser un militante político porque es la forma de llegar a construir una nación más grande y un pueblo más feliz”.
Sentido como dirección: Es el rumbo que la militancia sigue con decisión y voluntad, ambos elementos claves para iniciar la marcha y continuarla durante todo el trayecto. Por lo general es una condición del conductor político establecer este rumbo que debe estar guiado por una intención clara. Ej: “El peronismo debe recuperar su sentido original, poniendo el foco en la justicia social y en el centro de su accionar a los más humildes”.
El sentido entendido como propósito se difumina en el día a día del mundo de lo político, que habla más de resultados electorales deseables o de conquistas coyunturales que de grandes hazañas transformadoras en profundidad. Sin embargo, el militante puede que aún lo tenga más claro, ya que el llamado original suele estar ligado íntimamente a este sentido, no obstante debemos siempre tenerlo presente para no perdernos en nuestra cotidianeidad.
En cambio, la dirección, o el sentido entendido de esta manera suele perderse más rápidamente, sobre todo cuando no vemos resultados inmediatos o nos son adversos. La mentira siempre cala hondo en estos momentos de inseguridad y de sinsentido dejándonos mareados y sin una base firme para nuestro accionar. Hoy el peronismo y las expresiones humanistas de Argentina pero particularmente en San Juan parecen haber perdido este sentido y solo se plantean estrategias electorales en el mejor de los casos.
¿Cómo recuperamos el sentido? Para generar una reflexión inicial y sin ninguna pretensión de dar por finalizada la discusión, expondré tres características que tiene un militante político y que nutren de sentido su pensar y accionar.
Un militante no puede quedarse encerrado en sí mismo o en grupos que sean constituidos por individuos que piensen igual o que tengan los mismos intereses, la militancia tiene que salir a buscar, contagiar, sumar, escuchar, abrazar a todos. No nos basta con lo que hay en nuestra cercanía, ni geográfica ni existencial, debemos caminar hasta los extremos.
El militante camina y es su primera característica, poco a poco fuimos perdiendo esa misión de salir al encuentro de nuestros compatriotas con los que no nos relacionamos cotidianamente. Debemos recuperar el espíritu explorador, valiente, que no tiene miedo de ir a una reunión en un barrio que no conoce, ni tampoco de reunirse con un grupo que aparentemente no tiene nada que ver con su propia identidad. En cada persona hay una invaluable dignidad, una experiencia de vida, una potencia creadora, que el militante tiene que encontrar y encausar hacia la causa del bien común.
El proceso político que vivimos, constituido en un escenario de una tremenda fragmentación social muy tristemente dejó una grieta que divide a nuestro pueblo, aparentemente el militante de un sector de esta división no se puede encontrar en diálogo con una persona que se identifica más en otro. Esto es una falacia, en primer lugar porque dicha grieta no obliga a nuestro pueblo a posicionarse políticamente en un extremo u otro y en segundo lugar porque no existe realmente ninguna grieta que impida el diálogo, esa barrera la pone la mente y el espíritu. Francisco nos llama a “primerear el encuentro”, no esperar a que el otro inicie el diálogo sino mandar el primer mensaje, convocar a la primer reunión y confiar en la potencia del diálogo, respetando la dignidad de la otra persona y haciendo valer la propia. Caminar hacia conversaciones incómodas, o al menos nuevas, es parte de la tarea militante que se ha perdido y con ello difuminado el sentido.
El segundo atributo está relacionado con el mensaje a transmitir en el encuentro, no podemos encontrarle sentido a la militancia si no se tiene bien en claro que kerygma va a tener la militancia política. En ese sentido proponemos que el militante anuncia un destino posible, un futuro mejor, un mundo más justo, una sociedad con menos excluidos, una humanidad más próspera y unida. En el peronismo ese anuncio fue “Felicidad del pueblo y grandeza de la nación”, Juan Grabois, sin desconocer esta consigna, propone un paso intermedio y anuncia una “Argentina Humana” y aún menos pretenciosamente “Eliminar las injusticias sociales extremas”.
Es el núcleo de la militancia, el faro que alumbra el accionar político y que nos permite tener bien en claro la muchas veces gris diferencia entre fines y medios. El militante que no anuncie está simplemente haciendo politiquería, tratando de sobrevivir en un sistema financiado por terceros y escalando en una carrera como si fuera un gran sistema administrativo. Donde no importa que decimos, ni realmente a donde vamos, sino decir lo que el sector de la sociedad a interpelar quiere escuchar y de esta manera poder ser concejal, después intendente y soñar con ser gobernador. Hay demasiados ejemplos de dirigentes que pierden el kerygma militante y se convierten en máquinas de tratar de escalar en las buenas y de sobrevivir en las malas.
Tiene que ver con la dicotomía que plantea Francisco como punto de partida ante cualquier situación política, podemos pensar “¿cómo sacamos provecho?” o “¿cómo sirvo?”, si no tenemos claro el anuncio vamos a elegir pensar y desarrollar nuestro accionar guiados por la primera pregunta y el militante deja de tener la tercer característica que este artículo busca plantear, el militante sirve.
Servir es el verbo que debe guiar la cotidianidad de la acción política, pero para no caer en un servilismo obsecuente que termina siendo cobarde, nuestro servicio tiene que estar puesto a un objetivo, la unidad. En la inagotable sabiduría que el Papa ha dejado como legado a la humanidad podemos entender que unidad no es un todo homogéneo, sino una heterogeneidad armónica que atrae y en la palabra armonía está la clave de la conducción política que debe ejercer el militante.
En la sociedad hay una multiplicidad infinita de sectores, con intereses, actividades, ámbitos de acción, identidades, sujetos de interpelación y valores muy distintos. Acá encontramos expresiones políticas, culturales, religiosas, económicas, deportivas, sindicales, entre otros, que tienen sus propios objetivos y cuentan con diversos grados de asociación y síntesis interna. La militancia política debe identificarlas, interpretarlas, interpelarlas y convocarlas a ser parte de una unidad armónica en el marco de un proyecto político que les permita desarrollar sus fines toda vez que se construya en simultáneo y de manera innegociable el bien común. Acá vale más que nunca la frase tantas veces acuñada “nadie se realiza en una comunidad que no se realice”.
La política debe estar al servicio de esta unidad armónica, a nivel nacional, provincial o municipal. Dentro de las propias instituciones formales o de asociaciones espontáneas, quien busca servir a la política y no servirse de ella tiene como primer tarea construir unidad y no buscar divisiones convenientes que hagan imponer nuestros intereses sobre los demás de una manera hegemónica.
No podemos desconocer que la política es en gran medida conflicto, hay que asumir esta realidad y no eludirlos ni negarlos, debemos transitarlos entendiendo que la unidad es superior y se debe anteponer a las tensiones que se generen, para ello la creatividad y el coraje toman relevancia y deben desplazar a la violencia y la mezquindad.
Hay vastas muestras de que el descarte de una de las partes que protagoniza el conflicto solo agrava la contradicción, podemos ver un ejemplo en el error de la subestimación a las manifestaciones en forma de cacerolazos durante el segundo mandato de Cristina Fernández o en la violenta represión a las manifestaciones en busca de dignidad que realiza Javier Miliei, en ambos casos, con diferencias muy notables en las reacciones, hubo una subestimación, un desprecio por quien tensiona la realidad de manera conflictiva en dirección opuesta al pensamiento oficial. Hacer esto solo lleva a un camino posible, que uno de los dos extremos en el conflicto desaparezca y el otro prevalezca, no hay otro método de resolución si no se recurre al diálogo y al encuentro que, aunque implique cesiones prácticas, defienda la validez de los planteos de las partes y se ordene en torno a la preponderancia del bien común y la dignidad de las personas por sobre los intereses sectoriales o particulares.
Es un desafío muy serio de la militancia política encontrar caminos de unidad, pero no para mantener un status quo que garantice una paz adormecida en un sistema injusto sobre todo para los que más sufren, sino que entienda la profundidad de los lazos que unen nuestros destinos y profundice su búsqueda y camino hacia el bien común. Esto es válido para todos los niveles de militancia, no es exclusivo de cierta magnitud de responsabilidad, podrá cambiar la escala del desafío, ya sea en un centro de estudiantes o a niveles masivos, vamos a dotar de sentido a nuestra militancia si podemos ser constructores de la armonía que busca, reconoce y une, que conduce a la totalidad, que no descarta a nadie y tiene por horizonte un anuncio.
No caigamos en la vieja tentación de querer homogenizar la realidad política, eso nunca funciona a largo plazo, empecemos por anteponer la búsqueda de la unidad a nuestros sesgos personales y confiemos en la potencia mística de nuestro pueblo, que siempre en la diversidad y la unión encontró su identidad.
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